Dicen que los que nunca han cometido errores es porque no han intentado hacer cosas nuevas y diferentes, y la historia del vino que tenemos para contarles hoy confirma esa afirmación.
El escenario de esta increíble anécdota nos remonta a Colonia Caroya, una ciudad ubicada a 52 kilómetros de Córdoba capital, en un lugar considerado la cuna de la vitivinicultura de la zona.
Ahí se encuentra la bodega Terra Camiare, que en el idioma de los ancestros significa “tierra de comechingones”, la bodega representa una fusión de culturas que data de hace más de 400 años.
El enólogo del lugar es Gabriel Campana, quien un día en plena vendimia estaba a punto de comprobar que errar es humano, pero lejos estaba de imaginar que el fruto de ese error sería un vino de los dioses.
“La uva Isabella es un icono de Colonia Caroya y con ella siempre hacíamos un vino tinto”, cuenta a WeinKeller. “Un día, en plena época de vinificación y vendimia, estábamos trabajando a full en la bodega. Eran cerca de las 22. Estábamos cansados. Habíamos llenando un tanque con uva Isabella y le agregamos una enzima natural que suelo agregar para la clarificación de vinos blancos”, recuerda.
Casi como un error, o más bien la más afortunada casualidad, el vino sólo tenía una hora de maceración pelicular y se encontraba a muy baja temperatura. Como consecuencia, el jugo de uva, que debía ser un futuro vino tinto, se autoclarificó.
“Al principio creímos que habíamos echado a perder el vino. Pero cuando vimos su color y percibimos su aroma, supimos que iba a ser un producto increíble. Fue una hermosa sorpresa”, reconoce.
Se trata del Indama Rosado de Isabella, un vino exótico cuyo color y aroma reflejan las características de su tierra, y su nombre, Indama, evoca al idioma de los aborígenes de la región.
Según explica el enólogo, “recientes investigaciones de genetistas alemanes avalados por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), han logrado demostrar que la Isabella viene de un cruzamiento de dos cepas blancas francesas: la Savagnin y la Gouais Blanc, que producen la Petit Meslier (blanca).
“Ésta última se cruza con una uva tinta americana, la Labrusca Linne y da como resultado a nuestra querida Isabella”, agrega.
El 75% de la genética de la uva Isabella es blanca. Por eso su variedad se expresa tan bien, más allá de que tenga una pigmentación tinta.
Hoy Indama Rosado de Isabella es una declaración de principios de la bodega, y una de sus banderas en cualquier territorio.
El asombroso vino presenta a la vista tonos rosados, naranjas y rojos amapola. En nariz es intenso y con notas dulces que evocan a la pitanga, (también conocida como ñangapiry, capulí, o cereza de Cayena), un pequeño fruto exótico originario de la zona de las selvas tropicales de las Guayanas, Venezuela y Colombia, pasando por Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
En boca es dulce, con agradable acidez y notas golosinas con regaliz que traen a la memoria la infancia.
Es un vino ideal para acompañar canapés, tapas y todo lo que permita usarlo como un aperitivo. Por su enorme personalidad, también es un vino que se presta para tomarlo solo. La temperatura ideal para degustarlo es entre los 6° y 10° C.
Este vino también está disponible en WeinKeller Store.